martes, 18 de septiembre de 2007

Los guardianes del Chopo



Uno de los Dos guardianes del Chopo, escultura en fibra de vidrio.

EL SEÑOR DE LOS TRENES












México, D.F. 17 de septiembre.- A Mario Cordero le han gustado los trenes desde que era joven. A sus 83 años, jubilado con con tiempo libre, se dedica a un oficio peculiar: fabrica trenes.
El octagenario recuerda sus tiempos como mayordomo en la casa de máquinas de Ferrocarriles Nacionales de México, donde estuvo 45 años trabajando. Ahora se dedica a enseñar y a construir pequeñas réplicas de locomotoras que evocan la época del vapor.
Se podría pensar que los pequeños artefactos son de juego, y podrían serlo. En ese caso, los juguetes costarían 20 mil pesos cada uno, que es el precio que Cordero le adjudica a su trabajo.
En su lista de compradores, el señor de los trenes incluye a los museos tecnológicos, los estudiantes de ferrocarriles y a los extranjeros amantes de los rieles. El trabajo y la minucia le toma un mes. Utiliza lámina y aluminio para cubrir el cuerpo de la máquina. El humo que simula el vapor lo produce un platino tallado con grasa. De esa manera las réplicas obedecen con una fidelidad asombrosa.
Cordero nació en Acámbaro, Guanajuato, hizo sus estudios en el área tecnológica y egresó como ingeniero en la ciudad de México.
Como empleado en Ferronales, el hacedor de trenes se dedicó devotamente a la fabricación y reparación de locomotoras. Rememora con un dejo de soledad y nostalgia a las MR6, UR1, GR20 y la G026, amantes desparecidas, que dieron servicio –dice- en toda la república mexicana. En 1985 todavía las locomotoras se desplazaban con vigor por las vías nacionales y había una demanda considerable del servicio ferroviario.
En cambio hoy –señala- los trenes consumen diesel y prestan servicio de flete.
El señor de los trenes, viudo, vive solo en una minúscula habitación de una casa de huéspedes de la colonia Santa María la Ribera, donde ocupa sus horas en revivir recuerdos., aquellos desvanecidos en las brumas de la añoranza y el vapor-0-.

domingo, 16 de septiembre de 2007

UNO A UNO EN EL ZOCALO




México, D.F. 16 de septiembre.- Un empate marcó la lucha por el poder sostenida por la Convención Nacional Democrática –CND- y el presidente Felipe Calderón.
Los izquierdistas se propusieron tomar la Plaza de la Constitución y lo hicieron. El presidente Felipe Calderón, pese a una fuerte oposición, se propuso dar el tradicional grito de Independencia en el balcón del Palacio Nacional y lo hizo.
Los seguidores de Andrés Manuel López Obrador conminaron a quienes esperaban presenciar la ceremonia tradicional en el Zócalo a abandonar la plaza para que el presidente Calderón se enfrentara a una explanada vacía al momento de salir al balcón. Sin embargo la plaza de la Constitución estuvo a reventar hasta la medianoche y el Presidente sin ningún obstáculo vitoreó a los héroes de la Patria en una ceremonia sencilla y sin sobresaltos.
Los dos bandos habían preparado a sus ejércitos días antes de la ceremonia. El Presidente Calderón con sus guardias y policías tenía resguardado el Palacio con instrucciones de defenderlo a capa y espada. Por su parte, los bandos policiales y de seguridad del Gobierno del Distrito Federal, encabezado por Marcelo Ebrard, mantuvieron sitiado el centro de la ciudad. De tal manera que solamente se podía llegar al Zócalo a pie, y el acceso estuvo condicionado a una revisión personal pasando por una estricta línea de garitas.
Es verdad que un día antes del acto oficial los lopezobradoristas habían tomado la Plaza de la Constitución. Utilizaron la explanada para manifestarse en contra del régimen conservador, instalaron sus tiendas, organizaron mítines, expresaron su repudio gritando, “espurio”, “pelele”, respaldados por una multitud que fue acrecentándose.
A las diez de la noche dos guerrilleras talentosas en el mundo del arte y de la política hicieron su aparición en el teatro del Zócalo. La senadora Rosario Ibarra de Piedra dio el grito en representación del gobierno alterno de López Obrador, y la actriz Jesusa Rodríguez, expresó su rechazo a las políticas presidenciales y pidió a la nutrida multitud abandonar la explanada para dejar solo al presidente Calderón. “Tenemos una hora para salir; que levante la mano el que se quiera ir”, preguntó, y la mayoría la levantó. Hubo entonces un éxodo hacia la salida, en tanto que el jefe jefe del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, saludaba flexionando el brazo desde su balcón.
Los integrantes de la CND se fueron. Pero el Zócalo continuó nutrido y se fue llenando más conforme los minutos transcurrieron.
Al momento en que el reloj marcó las once el Presidente Calderon salió al balcón, las banderas perredistas empezaron a ondear y la muchedumbre explotó con gritos: “¡fuera!” y, de nuevo, manifestó su adhesión: “obrador”, repetidas veces.
Calderón fue directo al grano. Después de las tres campanadas de rigor vitoreó sin sentimentalismos a los héroes nacionales y ondeó la bandera en el balcón del Palacio Nacional mientras el himno nacional salía de los altavoces y la muchedumbre entonaba “culerooo”. En ese momento el cielo nocturno se iluminó con las explosiones coloridas de los fuegos artificiales y la música popular alegró el ámbito acallando los enconados gritos, sumiendo en un éxtasis visual a niños, ancianos, mujeres y hombres que habían estado jugando con banderolas, tubos de colores, serpetinas y confeti.
Además de las tradicionales botanas callejeras en la calle 20 de Noviembre la vendimia se mantuvo activa toda la noche con sombreros, máscaras, algodones, globos, gorras y canciones de México.
El acto conmemorativo tomó 20 minutos y al culminar, el presidente desapareció del balcón. Los potentes reflectores que estuvieron encegueciendo a la multitud se apagaron. A las 11.20 el Zócalo empezo a vaciarse bajo los ojos iluminados de la Catedral. La muchedumbre se encaminó hacia la salida, por donde las garitas de seguridad habían desaparecido.
A las 12.05 partió el último vagón del metro programado de la estación Pino Suárez, pero los controladores de los trenes tenían sus extras y media hora más tarde, con los altavoces urgiendo a los pasajeros, salió el tren definitivo dejando el corazón de la ciudad reposar en calma de la paz nacional -0-.